No es posible vivir eternamente de esperanzas, deseos e ilusiones. Las esperanzas y deseos siempre tienen que ir por delante. Incluso pueden y, en ocasiones, deben marchar muy por delante. Pero llega un momento en que una sociedad necesita tocar y palpar hechos tangibles que nos ayuden a seguir alimentando esa esperanza. Sino corremos el riesgo de convertir la esperanza y la ilusión en utopía. Y eso no puede pasar en Euskadi. En esta Euskadi del siglo XXI El tren de la paz y de la normalización está pasando por nuestras calles. Un tren que no tiene horario. Ni trazado fijo. Que para que podamos subir a él se deben poner de acuerdo demasiadas circunstancias, acontecimientos y voluntades. Un tren que sabemos cuando está pasando, pero que no sabemos cuando volverá a pasar. Porque una vez que lo perdemos desparecen sus vías y sus estaciones y para que vuelva alguna vez será necesario volver a empezar de nuevo. Y volver a construir su trazado será cada vez más complicado. Porque después de cada fracaso solamente queda frustración y resentimiento. Es el momento. La sociedad nos lo está pidiendo. Es el momento de dar pasos. Pasos hacia la paz –ETA debe dar el primero y el Gobierno de Rodríguez Zapatero el siguiente- y el resto debemos acompañar ese movimiento.